La Hora

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sábado, 26 de febrero de 2011

SUEÑOS DE MODA

Psicoanálisis 
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LA IMPORTANCIA DEL SUEÑO
El sueño es otra vida que nos acompaña durante toda nuestra vida. Desde el nacimiento hasta la muerte, no nos abandona. Es nuestra segunda vida, que constituye una doble vida. Cuantitativamente hablando, cuando lleguemos a los 70 años habremos dormido 23 años y soñado 5. En realidad, el sueño representa más de la mitad de nuestra vida. Constituye el mundo misterioso de la vida nocturna, el reino de la fantasía, de la danza y del desenfreno, el prodigioso baile enmascarado de la oscuridad. El sueño es una fuente inagotable de arrebato. Es el regalo y la recompensa. Es el supremo refugio donde nadie puede seguirnos. Cuando estamos en él, estamos en nosotros, en nuestra intimidad. Lo usamos, sobre todo, como proceso de compensación, desquitándonos por las noches, a través de él, de todos nuestros fracasos diurnos. Al compensar, nos recompensamos. Este regalo inesperado nos procura un sabor anticipado de la felicidad verdadera.
Cuando los ojos se han cerrado y los músculos están relajados, y el sujeto pensante se encuentra ya adormecido, separado de alguna manera de su cuerpo, tras los párpados cerrados se encienden las luces de una extraña fiesta. La clara conciencia del día se ha disipado, dando paso a la imaginación, reina de este baile prohibido y enmascarado. Un caleidoscopio de imágenes se pone a girar a nuestro alrededor. Ahora todo es posible y las dificultades ceden el lugar al mundo de los logros. Todo lo que no hemos conseguido hacer realidad sucede armoniosamente, conforme a nuestros deseos, en un remolino de imágenes, que nos deja llenos de júbilo.
Pero al sueño no le basta la noche y desborda también sobre la vida diurna. Nuestro humor matutino está ligado a los sueños. Un sueño feliz nos pone de buen humor, sin que sepamos exactamente el motivo. Nuestros deseos más secretos y más profundos han sido colmados. Una pesadilla, aun si ha sido olvidada, nos estropea el día. Más allá de nuestro humor, condiciona nuestro carácter y nuestra personalidad. Los sueños son una parte de nosotros mismos. Somos nuestros propios sueños. En rigor, se puede afirmar: "Dime lo que sueñas y te diré quién eres". El psicoanálisis nos lo prueba a diario. El sueño realiza la forma del ideal. Simboliza la felicidad. No hay nada más importante que el sueño.
Para el sueño, nada es demasiado grande, nada demasiado pequeño. El se hace cargo de las manifestaciones más insensibles de nuestro cuerpo. Pero también se eleva a las consideraciones más esenciales. Al poner sin cesar en tela de juicio el sentido de nuestra vida, nos expone continuamente al peligro, a la felicidad, al sufrimiento, a la angustia, a la muerte.
No es por nada que el lenguaje recoge esta importancia del sueño. Cuando se dice a propósito de alguien "él sueña con esto", significa que se trata de un deseo ardiente de esta persona. Cuando lo que me proponen es demasiado bello y colma todos mis deseos, yo exclamo "creo que estoy soñando", "¡Es un sueño!". Una vida de sueño es una vida de príncipes. Un viaje de sueño, una casa de sueño caracterizan lo que nos parece perfecto e ideal.
La ANTIGUEDAD siempre le asignó al sueño la mayor importancia. Es un acontecimiento ideal de la vida individual y colectiva. Siempre se le otorgó un sentido. Naturalmente hay sueños que pueden ser mágicos o engendrados por demonios o por seres malhechores, pero en general los sueños son considerados como mensajes de los dioses. En Sumer, aparecen sueños importantes en la epopeya de Gilgamesh. Lo que no es de sorprender puesto que su madre es señalada como una sacerdotisa especialista en la interpretación de las ensoñaciones. Es así como sueña en varias oportunidades con una montaña que se derrumba, vaticinio de que vencerá a sus enemigos. En Egipto también los sueños son objeto de estudio por parte de los sacerdotes y los sueños del faraón son considerados como elementos reveladores del destino de su pueblo.
Estas tradiciones muy antiguas de interpretación de mensajes divinos a través de los sueños son retomadas por los Judíos y se hallan en la Biblia. El elemento recurrente de este testimonio consiste en mostrar que el dios de los Judíos es superior a todos los dioses restantes, pues es el único dios verdadero. Por ello, gracias a la protección del Eterno, los Judíos serán siempre más fuertes que los mejores intérpretes de todos los países restantes. Célebres son los relatos en los cuales José (Génesis 40 y 41) interpreta con exactitud los sueños del jefe de los coperos y del jefe de los reposteros del faraón, y posteriormente el de las siete vacas y de las siete espigas del faraón mismo. De esta manera, los sueños van a posibilitar su éxito, aun cuando también es verdad que habían sido la causa de sus desgracias (Génesis XXXVII, 5). Lo mismo sucedió con Nabucodonosor, rey de Babilonia, quien, al no conseguir que su sueño del árbol fuese interpretado por ninguno de los adivinos caldeos, recurrió a Daniel (Daniel, IV, 16). No hay nada sorprendente en esta supremacía porque el sueño es el medio ordinario por el cual el Eterno comunica: "Oíd mis palabras: Si uno de vosotros profetizara, yo me revelaría en él en visión y le hablaría en sueños" (Números XII, 6). Y de hecho, la aventura de los Hebreos comienza con el sueño de la escala de Jacobo en Bétel (Génesis, XXVIII, 10). Y posteriormente, los reyes y los profetas recibirán numerosas revelaciones divinas a través de los sueños, como Gedeón, (Jueces VII, 13) y Salomón (I. Reyes II, 5). Dios habla regularmente a través de las visiones en sueños (Job, XXXVIII, 4 y Salmos 42, 9).
Los evangelios, concebidos como un nuevo testamento, siguen teniendo la misma concepción de las visiones. Constantemente, Dios le indica a sus elegidos lo que deben hacer a través de sueños. José, al descubrir que María, su prometida, estaba encinta, quiso repudiarla en secreto. Mientras reflexionaba sobre esto, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo que la recibiera como esposa, y él obedeció (Mateo, I, 18). De la misma manera, los Reyes Magos "advertidos en sueños de no volver a Herodes, regresaron a su tierra por otro camino" (Mateo II, 12). "Luego de que se hubieron retirado, un ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: huye a Egipto" (Mateo II, 13). "Muerto ya Herodes, el ángel del Señor se apareció a José en Egipto y le dijo: Levántate y regresa a Israel" (Mateo II, 19). Los nuevos teólogos racionalistas o de obediencia marxista pueden tener para estos hechos interpretaciones modernistas; pero ahí están los textos.
La historia de Jesús está construida sobre la base de sueños, mediante los cuales Dios comunica su voluntad, desde su nacimiento hasta su muerte (Mateo XXVI, 19). El tabú, que reservaba el mensaje de Jesús a los Judíos, sólo es superado gracias a un sueño de Pedro (Cartas de los Apóstoles X, 10).
Los primeros GRIEGOS apreciaban enormemente los sueños y les obedecían. En Homero, los intérpretes de los sueños son presentados con profusión: Tiresias, Casandra, Calchas,... Homero nos indica que Calchas, el adivino de Agamenón, murió de rabia al haber sido sobrepasado por Mopsos. Y en el "sueño de muerte" de Reso, éste muere verdaderamente después de haber sido matado en sueños por Diomedes (Ilíada, X, 497). El nacimiento de los hombres prominentes es anunciado a través de sueños proféticos; tal es el caso de la madre de Cirio, que sueña que una viña crece dentro de su vientre, y también la de Alejandro Magno, cuando sueña que es abatida por un rayo, lo que permitirá posteriormente a Alejandro llamarse hijo de Zeus. En la época helenística, el dios del sueño se llama Bredzomantés, del cual se origina la bridzomancia, referida al arte de interpretar los sueños.
En Roma misma, todos los sueños impresionantes, o que tuvieron relación con la republica, tenían que ser sometidos al Senado. Tito-Livio nos indica que Atinius fue castigado por no haber avisado a los cónsules acerca de un sueño importante. Los Romanos siguieron, pues, actuando del mismo modo que lo hacían los pueblo primitivos respecto del sueño. Pólibo (X 2,9) nos señala que Escipión el Africano, llamado el Primero, vencedor de Asdrubal y de Aníbal en el año 202 antes de nuestra era, le debía a sus sueños los múltiples éxitos que lo acompañaron a lo largo de su vida. Una inspiración divina que recibía por la noche lo guiaba. Cicerón, que nos relata varios sueños importantes, se acordó de ello al escribir el Sueño de Escipión (República, Libro VI). En cuanto a Aníbal, éste tuvo un sueño que lo marcó: vio una serpiente que lo seguía por doquier y que devastaba Italia. Muchos otros sueños tuvieron consecuencias políticas. Calpurnia, la esposa de César, al verlo herido en sus sueños, intentó en vano de disuadirlo a que fuera al Senado la mañana de su asesinato, en los idus de marzo -44. Años más tarde, la Sibila de Cumes, en su antro subterráneo, que aún conserva su impresionante aspecto, era una experta en la interpretación de los sueños.
Durante la EDAD MEDIA, la Iglesia cristiana sigue acogiendo abundantemente las interpretaciones de los sueños y florecen las Claves de los Sueños. San Nicéforo, el portador de la victoria, patriarca de Constantinopla en el siglo IX, escribió una Adivinación a través de los sueños. En 1267, Tomás de Aquino, en su Suma Teológica, se ve obligado a reconocer que la adivinación a través de lo sueños no es ilegal. El obispo Synesius, Scaliger y Petrarca hablan en términos serios de los sueños, y el gran matemático Jerónimo Cardan les dedicó un libro en 1557. Luego las tradiciones de los sueños se pierden. Son mantenidas exclusivamente por los Romanichels; Cagliostro, en 1745, les atribuye el origen de la clave de los sueños.
Pero la adivinación a través de los sueños desaparece cada vez más y su interpretación es exclusiva de la gente inculta. Gérardo de Nerval es tal vez uno de los últimos en escribir en su favor: "El sueño es una segunda vida. No he podido atravesar sin temblar esas puertas de marfil o de cuerno, que nos separan del mundo invisible".


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